Si les dijera que un solo hombre creó una réplica de la Torre Eiffel de 31 metros de altura, no me creerían. Y si les contara que ese hombre la instaló en el patio de su casa, fruncirían más aún el ceño, acrecentando la incredulidad. Y si les agregara que después de un tiempo y de unos 7000 visitantes que pasaron por la localidad de Alicia para admirar la torre y sacarse fotos, este hombre vendió su obra, desmontándola en dos días, para que la misma sea trasladada a otro lugar, pensarían que lo mío suena a cuento. Pero no es así.
Para entender la situación, tengo que empezar por decirles que la réplica de la Torre Eiffel de la que les estoy hablando, estuvo ubicada en Alicia, provincia de Córdoba (Argentina).
Otros datos: fue construida con 31 metros de altura, 6 metros de base y portando un peso de 10 toneladas. Para hacer esta obra magnánima, nuestro protagonista utilizó una soldadora antigua, una amoladora chica, 308 pinceles, 200 litros de pintura y 12000 trozos de hierro. El buen hombre tardó aproximadamente 26 meses en crearla. Es la segunda de su especie en Argentina y la tercera de América Latina. La primera, de 16 metros, está en Ituzaingó (Buenos Aires, Argentina); mientras que la segunda se sitúa en Sabaneta (Colombia) y tiene una altura de 42 metros. Cabe remarcar que la original alcanza los 300.
Nuestro héroe se llama Claudio Marchetti y es un vecino de la localidad donde montó originariamente su torre, es decir, vive en el pueblo de Alicia, en la provincia de Córdoba, en el centro de Argentina. Tiene 58 años y una vitalidad tan impresionante como lo fue su determinación. Tuvo un sueño y lo cumplió.
Por estos días, la noticia es que la torre se mudó. Sí, ya no está en el patio de Claudio. La torre fue vendida a un complejo turístico llamado Villa Parque Siquiman, en el departamento de Punilla, así que sigue en suelo cordobés.
Con lágrimas en los ojos, Claudio se desprendió de su amada Torre Alicia (así la llamó en homenaje a su pueblo). Ya no la verá por las mañanas al levantarse, tampoco la divisará desde lejos al regresar a su hogar. Sin embargo, hay algo que nada podrá cambiar: la fuerza inspiradora de lo hecho, la contundencia de la ejemplaridad, el saludable recordatorio de que los sueños son para ser cumplidos. Y si los desafíos permiten medirnos, no hay dudas de que Claudio Marchetti, alcanzó la altura de su torre. Y quizás, más.